Introducción
La historia del puertorriqueño durante los siglos XVII y
XVIII es bastante desconocida. Las escasas fuentes disponibles sobre esta época
corresponden a investigadores como Eugenio Fernández Méndez, Lidio Cruz
Monclova, Ricardo Alegría, Enriqueta Vila Vilar y Ángel López Cantos, por
mencionar algunos. Todos tienen en común el interés de sacar de la obscuridad
la cronología histórica de Puerto Rico. Durante esos siglos se fundaron una
gran cantidad de pueblos, por ejemplo. Continuar la búsqueda de documentos de
aquellos tiempos aporta a reconstruir las historias regionales de nuestra
nación.
Algunas de las fuentes que utilizaron los historiadores
antes mencionados para sus investigaciones fueron los archivos españoles, donde
existen una gran cantidad de cartas y documentos de figuras que visitaron o
escucharon hablar sobre la Isla. Otras fuentes disponibles son dos libros
pilares: Memoria de la Isla de Puerto Rico de Alejandro O’Reilly y la
obra de Iñigo Abbad y la Sierra conocida como Historia Geográfica, Civil, y
Natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Esta última es una
publicación cumbre para los estudiosos de la historia puertorriqueña. Para
muchos es considerada la primera historia oficial de Puerto Rico. Pero, la
pregunta importante es, ¿quién fue Iñigo Abbad y la Sierra? ¿Por qué publica
las memorias sobre su viaje? Más aún, ¿en qué consisten las mismas?
Fray Iñigo Abbad y la Sierra (1771c)
Fray Iñigo Abbad fue un religioso español, nacido en el 1745
y muerto en Valencia en 1813. Estudió Filosofía en la Universidad de Zaragoza,
se hizo benedictino en el monasterio de Nájera y prosiguió el estudio de la
Filosofía en el colegio de San Juan del Poyo (Pontevedra). En la Universidad de
Irache cursó Teología y Derecho Canónico, tras lo cual se graduó de maestro en
Artes y se doctoró en Teología y en Cánones.
En 1775 el nuevo obispo de Puerto Rico, fray Manuel Jiménez
y Pérez, lo nombró su confesor y secretario de la diócesis, y lo llevó consigo
a la isla. Durante ese tiempo visitó gran parte de los pueblos ya fundados en
nuestro país. Hizo un análisis muy interesante sobre cada ayuntamiento, la
sociedad puertorriqueña y nuestras costumbres, entre otras cosas.
Se tiene conocimiento de que Fray Iñigo Abbad realizó estas
visitas a los pueblos en el año 1771. Nos dejó interesantes datos sobre sus
memorias en un manuscrito de suma importancia para nuestra historiografía, el
anteriormente mencionado Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de
San Juan Bautista de Puerto Rico, publicada en el 1788. Existen varias
ediciones como la que publicó Pedro Tomás de Córdoba en su primer tomo de sus Memorias
Geográficas, Históricas, Económicas y Estadísticas de la Isla de Puerto Rico,
originalmente publicado en entre el 1831-1833 en 6 tomos. Anotada más adelante
por José Julián Acosta en el 1866 se le añadieron ensayos introductorios por
Isabel Gutiérrez del Arroyo y uno más reciente del Dr. Gervasio García. Fray
Iñigo Abbad dividió su libro en 40 capítulos, esto sin incluir la introducción,
y unos apéndices de temas variados. Hay que mencionar que durante todo el libro
da sus opiniones críticas de los naturales de la Isla. Pero nos da datos
interesantes como la fundación de algunos pueblos como San Germán, Coamo,
Arecibo, mientras que los describe, nos
habla de su topografía, minería, el estado de la agricultura y mucho más.
Sobre los puertorriqueños, según un análisis general de la
obra, “Abbad y la Sierra estableció el elemento central de los insulares: la
mezcla racial y el carácter equivoco que producía” (Mendoza 2015: 160)
Abbad y la Sierra nos da un dato muy interesante sobre el
paralelismo agricultura/población: “Para conocer el estado de la población de
un país, basta examinar el de su agricultura: por el estado general en que se
manifiestan las producciones de esta isla se vendrá en conocimiento de su
cultivo y población: ésta asciende á 70,250 almas de todas clases y castas. Al
arribo de los Españoles había en ella más de 600,000 indios(a), cuyas labores
agrarias sólo se extendían a un corto campo de maíz y raíces necesarias para el
sustento de la familia. El imprudente empeño con que los primeros pobladores
dedicaron sus trabajos al beneficio de las minas, descuidó el cultivo de las
tierras. Esa falta y los varios sucesos de la guerra extenuaron la agricultura
y la población de la isla.” (Abbad y la Sierra 2002: 359)
Por otro lado, utilicemos el ejemplo de la descripción de
Utuado (el único pueblo en ese momento en la montaña) para ver la mención sobre
las características de los “naturales” desde su punto de vista europeo e
ilustrado:
“Siguiendo su curso (Por el rio Grande de Arecibo) hasta su
origen después de cruzarlo 33 veces, se llega á la cumbre de la cordillera. En
medio de ella y aun cuasi de la isla está el pueblo de Utuado que consta de 19
casas, con una pequeña iglesia casi arruinada; sus vecinos en número de 180 con
1.016 almas, viven en sus respectivas estancias, situadas en la cima de la
montaña, cuyas tierras son gredosas y de sustancia para todo género de frutos;
pero solo cultivan los comunes en la isla y éstos en cuanto sufragan á su
subsistencia: después de ésta sólo cuidan vacas y mulas que suelen pasar
por tercera mano á los extranjeros por los puestos de la costa Sur,
igualmente que algunas maderas de tintes, resina, la nuez de especia y otras
producciones que la naturaleza voluntaria les ofrece” (destaque mío)
“La distancia á la Capital, la aspereza de los caminos,
intransitables la mayor parte del año, les imposibilita llevar á ella sus
efectos, de que resulta el ningún estímulo que tienen para dedicarse á la
agricultura y el vivir estos habitantes asilados en el centro de la isla, sin
comercio ni comunicación, tan incultos y groseros como los colonos del lago
Ontario.”
Continúa el fraile: “Bajando de la montaña en que está este
pueblo para el Arecibo se presenta á la vista todo el curso del rio, que es
caudaloso; á uno y otro lado se descuelgan diferentes arroyos formando hermosas
cascadas que al paso que recrean al caminante riegan los valles intermedios que
se extienden hasta el rio. Este fondo de la vega se remansa, corre con
lentitud, ostentando el caudal de sus aguas que derrama en las crecientes por
las dos riberas, dejándolas fecundadas para la producción de abundantes pastos
siempre cubiertos de vacas, mulas y caballos que son los mejores de toda la
isla. En el centro de estas praderías se descubren las casas de los dueños de
las tierras, rodeadas de frondosos platanales, elevadas palmas y algunos otros
planteles de caña de azúcar, café y algodón. Los términos de cada poseedor
están divididos con vallas de naranjos, limones, emajaguas, achiotes y otros
árboles que la tierra feraz produce con variedad exquisita, resultando de tan
diferente conjunto un país delicioso y alegre, en naturaleza activa ostenta la
realidad de sus primores con más gracia y variedad que en las imaginadas de
Circe y de Caliope.Todo país da un golpe que admira y embelesa la vista, y
no es menor el que da á la razón ver indiferencia con los habitantes miran las
riquezas que podría rendirles esta tierra, si no fuera tanta su indolencia.”
(Abbad y la Sierra 2002: 312-313) (Destaque es mío)
La comparación de lo “inculto y grosero” viene de un europeo
ilustrado y era de la forma que el fraile, el cual fue secretario del Obispo
Fray Manuel Jiménez Pérez, veía a los habitantes de la Isla. Observamos la
mención del problema del contrabando y de cómo los nacionales le dejaban todo a
la naturaleza. Todo crecía de forma natural y estos se aprovechaban de lo que
les proporcionaba la naturaleza.
Ángel López Cantos (1972)
Ángel López Cantos es un historiador español y catedrático
retirado de la Universidad Sevilla, Departamento de Historia de América. Muchas
de sus publicaciones tocan el tema de Puerto Rico como la Historia de Puerto
Rico 1650-1700 (1974), Miguel Enríquez (1994), Fiestas y juegos
en Puerto Rico (Siglo XVIII) (1990), Los puertorriqueños: mentalidad y
actitudes Siglo XVIII (2001), además de cientos de ensayos y artículos en
una gran cantidad de libros y revistas de prestigio mundial. Dio clases en el
Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe gracias a un
intercambio con la Universidad de Sevilla el cual había logrado don Ricardo
Alegría.
El libro que vamos a estar tocando lo es Los
puertorriqueños: mentalidad y actitudes Siglo XVIII. Como dice en su
resumen, esta publicación reseña diferentes aspectos de la vida cotidiana del Puerto
Rico del Siglo XVIII. Está divido en unos 8 capítulos con varios subtemas, lo
que hace fácil su lectura. En la introducción nos deja ver el propósito
inmediato de esta investigación.
Por lo general, muchos historiadores del pasado concentraban
sus investigaciones en los grandes eventos. Pero, ¿qué pasaba con los pequeños?
¿Cómo actuaba el pueblo? Y otro asunto, se publicaba mucho sobre la elite
social, ya fuera peninsular o criolla, mientras el resto del pueblo era
inexistente. En la década del 70 del siglo pasado, muchos historiadores
cambiaron esos conceptos y comenzaron a investigar al “vulgo”, a la “plebe”, el
día a día de las clases marginadas y trabajadoras. En Puerto Rico lo podemos
ver con la obra del puertorriqueño Fernando Picó.
Temas como la muerte, el racismo, religión, y yo me
atrevería añadir el nacionalismo, en términos de identificación con la tierra
que los vio nacer, comienzan a ser tratados en este libro. Surge, a mi parecer,
el concepto de lo puertorriqueño. Por ejemplo, según el autor, para el 1705
surge el uso de la palabra puertorriqueño:
“Y finalmente, el presidio de San Juan debe estar compuesto
de cuatrocientos infantes y en la actualidad no llegan a doscientos cincuenta
útiles. Bastantes de éstos son puertorriqueños (sic.) bastardos de los
gobernadores, de los oficiales reales y del ejército, que les sientan plaza y
les dan los mejores cargos sin tener conocimientos en el arte de la guerra,
porque tienen buenos intercesores como son sus padres. Mientras tanto los
españoles, que dejamos padre y madre y estamos hartos de servir a vuestra
cultural majestad en los presidios de Flandes, Orán, y Ceuta nos dejan
abandonados a nuestra suerte”
Aquí vemos una guerra de clases. Como el español promedio,
en este caso militares, veían al natural y le da un distintivo de
“puertorriqueños” para distanciarse socialmente del mismo. También vemos que si
existía una elite criolla la cual tenía contactos con el gobierno, de lo cual
estos españoles se quejaban. Dato importante es que se fundaron unos 25 pueblos
y entre ellos, el primer pueblo del centro de la Isla, Utuado en 1739. Este ayuntamiento
pasaría a ser un enlace, no solo económico y unificador, sino cultural con la
costa norte y sur.
Nos da varios ejemplos sobre negros que adquirieron
riquezas, pero eran rechazados por la elite puertorriqueña. En varios casos nos
habla de Miguel Henríquez y nos pone su figura como uno de los paradigmas más
fuertes del repudio por color. Nos da otro ejemplo de un mulato adinerado y la
queja viene del Gobernador Dufresne:
“…que un vecino de San Juan, nombrado José Concepción de
calidad mulato espurio, de oficios bajos (pulpero y regatón {comprador de
ganado}) usando ciertos privilegios, que decía tener de la Silla Apostólica
para hacer celebrar misa en un oratorio privado con otras exquisitas gracias,
fundadas sobre su noble y distinguido nacimiento a que había condescendido,
expidiendo sus licencias en los mismos términos este reverendo obispo. Pero
como una tan extraña novedad en este corto pueblo causase notables escándalos con
agravios de las personas nobles y de carácter, viéndose igualados con el mulato
espúreo, José Concepción.” (López Cantos 2001: 115)
Como dice el autor, aunque adinerado este Concepción, su
color de piel no le permitía subir de escala social. Para un negro
puertorriqueño, no importa la cantidad de dinero que tuviese no podía formar
parte de la clase dominante.
Paralelismo entre los autores
Un parecido muy obvio es que ambos autores españoles, aunque
de diferentes épocas, tenían mente de colonizador. Auun, existe entre los
españoles esa mentalidad y mirada de los que fueron sus colonias en América.
Ambos tocan el tema del racismo en sus obras, pero de diferentes puntos, Abbad
como testigo de una época, y López Cantos lo ve a través de sus
investigaciones. La fidelidad de los naturales hacia la corona es analizada por
ambos autores. Esto desde puntos de vista totalmente diferentes. Abbad vivió el
momento y fue testigo del criollo de la época y su visión sobre la Corona. Por
otro lado, el investigador español puede ver esa fidelidad a través de los
documentos, pero estos documentos son los que dejaron el gobierno, no lo que
realmente pensaban los naturales. Tenemos que tener en cuenta que a pesar que
López Cantos utiliza varios documentos para hacer su análisis, también el
propio Abbad es parte de las fuentes primarias para su investigación. Ambos
tocan el tema de las costumbres de los naturales. De diferentes puntos de
vista. Para Abbad las costumbres son heredadas de los tainos. (Desinterés,
indolencia, frugalidad, bebidas fuertes) al igual que las construcciones de las
casas (bohíos). También nos hablan de la dieta de los locales. (Avellanas,
arencas, harinas, etc) y lo que cultivaban. Para ambos el consumo del alcohol
era importante, no importa la clase social.
Podemos observar algunas diferencias entre ambos escritores.
Abbad hace un recuento de la historia de Puerto Rico desde su descubrimiento,
sus habitantes naturales y hace una descripción geográfica de la Isla. En ese
sentido, López Cantos se enfoca específicamente en el Siglo XVIII. Pero es que
los objetivos de ambos eran diferentes. El Catedrático de la Universidad de
Sevilla trata de descubrir una época casi olvidada, obscura, de la historia
puertorriqueña. El fraile hace un resumen de la historia de la isla para dejar
saber a la Corona la problemática que poseía la colonia. Podríamos mencionar el
contrabando, el abandono de la agricultura, la falta de recursos para el
desarrollo económico, esto para dejarle saber a los reyes que realmente habían
posibilidades de un desarrollo social/económico
de la colonia.
Otra gran diferencia son las épocas en la cual se publicaron
los libros, 1788 y 1972. Son visiones de mundos totalmente diferentes. Ángel
López Cantos añade temas como las diversiones y como habían llegado a Puerto
Rico y se expandieron en toda la Isla. Aunque Abbad toca los entretenimientos
de los “naturales”, el historiador los investiga a fondo. Inclusive publica un
libro titulado Fiestas y juegos en Puerto Rico (Siglo XVIII) en el que
profundiza el tema. Así nos lo deja saber:
“Una de las ideas básicas con la que se ha contado a la hora
de escribir estos apuntes, además de presentar el mundo festivo puertorriqueño,
ha sido intentar exponer que lo que estaba sucediendo en Puerto Rico no era
algo aislado y exclusivo. La Isla, como un eslabón más del Imperio Español, fue
escenario de acontecimientos múltiples y de todo género y que al mismo tiempo
se estaban produciendo en toda la América hispánica.” (López
Cantos 2008: 15)
Esta descripción nos deja ver claramente que todo lo que
ocurría en las demás colonias o en la propia España tenía consecuencias en la
vida colonial puertorriqueña. Y en ese sentido es a lo que nos quiere llevar
López Cantos, a ver esa visión del puertorriqueño que está perdida en el
tiempo.
Para terminar quiero añadir una mención adicional del
investigador español, “Las fiestas y los juegos son menos susceptibles a
cambios, ya que el hombre permanece más fiel a los pasatiempos que a las ideas,
aunque a la larga estas modifiquen aquellos.” (López Cantos 2008: 16) Y que
realidad existe en esta apreciación del investigador. Al sol de hoy muchas de
las costumbres de los puertorriqueños hechas por ambos autores todavía están
vigentes. Por mencionar unas, las peleas de gallos y las carreras de caballos.
Ambas son parte de la idiosincrasia de la nación puertorriqueña en el Siglo
XXI.
Bibliografía
Abbad y la Sierra, Iñigo. Historia Geográfica, Civil y Natural de la isla de San Juan Bautista de
Puerto Rico. Estudio Introductorio Gervasio García. Ediciones Doce Calles e
Historiador Oficial de Puerto Rico. (2002)
Mendoza Carlos. Documentos
con Historia. Puerto Rico Siglos 15-19. Editorial Arco de Plata. Aguadilla,
Puerto Rico (2015)
López Cantos, Ángel. Los puertorriqueños: mentalidad y actitudes Siglo XVIII. Ediciones
Puerto. San Juan, Puerto Rico (2001)
______________ Fiestas
y juegos en Puerto Rico (Siglo XVIII). Centro de Estudios Avanzados de
Puerto Rico y el Caribe. Impreso en Colombia. Segunda Edición (2008)
Woll, Allen L.. Puerto
Rican Historiography. Puerto Rican Series. Gordon Press, New York USA
(1978)