miércoles, 25 de mayo de 2016

Puerto Rico y su gente en el Siglo XVIII


Introducción


La historia del puertorriqueño durante los siglos XVII y XVIII es bastante desconocida. Las escasas fuentes disponibles sobre esta época corresponden a investigadores como Eugenio Fernández Méndez, Lidio Cruz Monclova, Ricardo Alegría, Enriqueta Vila Vilar y Ángel López Cantos, por mencionar algunos. Todos tienen en común el interés de sacar de la obscuridad la cronología histórica de Puerto Rico. Durante esos siglos se fundaron una gran cantidad de pueblos, por ejemplo. Continuar la búsqueda de documentos de aquellos tiempos aporta a reconstruir las historias regionales de nuestra nación.

Algunas de las fuentes que utilizaron los historiadores antes mencionados para sus investigaciones fueron los archivos españoles, donde existen una gran cantidad de cartas y documentos de figuras que visitaron o escucharon hablar sobre la Isla. Otras fuentes disponibles son dos libros pilares: Memoria de la Isla de Puerto Rico de Alejandro O’Reilly y la obra de Iñigo Abbad y la Sierra conocida como Historia Geográfica, Civil, y Natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Esta última es una publicación cumbre para los estudiosos de la historia puertorriqueña. Para muchos es considerada la primera historia oficial de Puerto Rico. Pero, la pregunta importante es, ¿quién fue Iñigo Abbad y la Sierra? ¿Por qué publica las memorias sobre su viaje? Más aún, ¿en qué consisten las mismas?

Fray Iñigo Abbad y la Sierra (1771c)

Fray Iñigo Abbad fue un religioso español, nacido en el 1745 y muerto en Valencia en 1813. Estudió Filosofía en la Universidad de Zaragoza, se hizo benedictino en el monasterio de Nájera y prosiguió el estudio de la Filosofía en el colegio de San Juan del Poyo (Pontevedra). En la Universidad de Irache cursó Teología y Derecho Canónico, tras lo cual se graduó de maestro en Artes y se doctoró en Teología y en Cánones.

En 1775 el nuevo obispo de Puerto Rico, fray Manuel Jiménez y Pérez, lo nombró su confesor y secretario de la diócesis, y lo llevó consigo a la isla. Durante ese tiempo visitó gran parte de los pueblos ya fundados en nuestro país. Hizo un análisis muy interesante sobre cada ayuntamiento, la sociedad puertorriqueña y nuestras costumbres, entre otras cosas.

Se tiene conocimiento de que Fray Iñigo Abbad realizó estas visitas a los pueblos en el año 1771. Nos dejó interesantes datos sobre sus memorias en un manuscrito de suma importancia para nuestra historiografía, el anteriormente mencionado Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, publicada en el 1788. Existen varias ediciones como la que publicó Pedro Tomás de Córdoba en su primer tomo de sus Memorias Geográficas, Históricas, Económicas y Estadísticas de la Isla de Puerto Rico, originalmente publicado en entre el 1831-1833 en 6 tomos. Anotada más adelante por José Julián Acosta en el 1866 se le añadieron ensayos introductorios por Isabel Gutiérrez del Arroyo y uno más reciente del Dr. Gervasio García. Fray Iñigo Abbad dividió su libro en 40 capítulos, esto sin incluir la introducción, y unos apéndices de temas variados. Hay que mencionar que durante todo el libro da sus opiniones críticas de los naturales de la Isla. Pero nos da datos interesantes como la fundación de algunos pueblos como San Germán, Coamo, Arecibo,  mientras que los describe, nos habla de su topografía, minería, el estado de la agricultura y mucho más.

Sobre los puertorriqueños, según un análisis general de la obra, “Abbad y la Sierra estableció el elemento central de los insulares: la mezcla racial y el carácter equivoco que producía” (Mendoza 2015: 160)

Abbad y la Sierra nos da un dato muy interesante sobre el paralelismo agricultura/población: “Para conocer el estado de la población de un país, basta examinar el de su agricultura: por el estado general en que se manifiestan las producciones de esta isla se vendrá en conocimiento de su cultivo y población: ésta asciende á 70,250 almas de todas clases y castas. Al arribo de los Españoles había en ella más de 600,000 indios(a), cuyas labores agrarias sólo se extendían a un corto campo de maíz y raíces necesarias para el sustento de la familia. El imprudente empeño con que los primeros pobladores dedicaron sus trabajos al beneficio de las minas, descuidó el cultivo de las tierras. Esa falta y los varios sucesos de la guerra extenuaron la agricultura y la población de la isla.” (Abbad y la Sierra 2002: 359)

Por otro lado, utilicemos el ejemplo de la descripción de Utuado (el único pueblo en ese momento en la montaña) para ver la mención sobre las características de los “naturales” desde su punto de vista europeo e ilustrado:

“Siguiendo su curso (Por el rio Grande de Arecibo) hasta su origen después de cruzarlo 33 veces, se llega á la cumbre de la cordillera. En medio de ella y aun cuasi de la isla está el pueblo de Utuado que consta de 19 casas, con una pequeña iglesia casi arruinada; sus vecinos en número de 180 con 1.016 almas, viven en sus respectivas estancias, situadas en la cima de la montaña, cuyas tierras son gredosas y de sustancia para todo género de frutos; pero solo cultivan los comunes en la isla y éstos en cuanto sufragan á su subsistencia: después de ésta sólo cuidan vacas y mulas que suelen pasar por tercera mano á los extranjeros por los puestos de la costa Sur, igualmente que algunas maderas de tintes, resina, la nuez de especia y otras producciones que la naturaleza voluntaria les ofrece” (destaque mío)

“La distancia á la Capital, la aspereza de los caminos, intransitables la mayor parte del año, les imposibilita llevar á ella sus efectos, de que resulta el ningún estímulo que tienen para dedicarse á la agricultura y el vivir estos habitantes asilados en el centro de la isla, sin comercio ni comunicación, tan incultos y groseros como los colonos del lago Ontario.”

Continúa el fraile: “Bajando de la montaña en que está este pueblo para el Arecibo se presenta á la vista todo el curso del rio, que es caudaloso; á uno y otro lado se descuelgan diferentes arroyos formando hermosas cascadas que al paso que recrean al caminante riegan los valles intermedios que se extienden hasta el rio. Este fondo de la vega se remansa, corre con lentitud, ostentando el caudal de sus aguas que derrama en las crecientes por las dos riberas, dejándolas fecundadas para la producción de abundantes pastos siempre cubiertos de vacas, mulas y caballos que son los mejores de toda la isla. En el centro de estas praderías se descubren las casas de los dueños de las tierras, rodeadas de frondosos platanales, elevadas palmas y algunos otros planteles de caña de azúcar, café y algodón. Los términos de cada poseedor están divididos con vallas de naranjos, limones, emajaguas, achiotes y otros árboles que la tierra feraz produce con variedad exquisita, resultando de tan diferente conjunto un país delicioso y alegre, en naturaleza activa ostenta la realidad de sus primores con más gracia y variedad que en las imaginadas de Circe y de Caliope.Todo país da un golpe que admira y embelesa la vista, y no es menor el que da á la razón ver indiferencia con los habitantes miran las riquezas que podría rendirles esta tierra, si no fuera tanta su indolencia.” (Abbad y la Sierra 2002: 312-313) (Destaque es mío)

La comparación de lo “inculto y grosero” viene de un europeo ilustrado y era de la forma que el fraile, el cual fue secretario del Obispo Fray Manuel Jiménez Pérez, veía a los habitantes de la Isla. Observamos la mención del problema del contrabando y de cómo los nacionales le dejaban todo a la naturaleza. Todo crecía de forma natural y estos se aprovechaban de lo que les proporcionaba la naturaleza.

Ángel López Cantos (1972)

Ángel López Cantos es un historiador español y catedrático retirado de la Universidad Sevilla, Departamento de Historia de América. Muchas de sus publicaciones tocan el tema de Puerto Rico como la Historia de Puerto Rico 1650-1700 (1974), Miguel Enríquez (1994), Fiestas y juegos en Puerto Rico (Siglo XVIII) (1990), Los puertorriqueños: mentalidad y actitudes Siglo XVIII (2001), además de cientos de ensayos y artículos en una gran cantidad de libros y revistas de prestigio mundial. Dio clases en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe gracias a un intercambio con la Universidad de Sevilla el cual había logrado don Ricardo Alegría.

El libro que vamos a estar tocando lo es Los puertorriqueños: mentalidad y actitudes Siglo XVIII. Como dice en su resumen, esta publicación reseña diferentes aspectos de la vida cotidiana del Puerto Rico del Siglo XVIII. Está divido en unos 8 capítulos con varios subtemas, lo que hace fácil su lectura. En la introducción nos deja ver el propósito inmediato de esta investigación.

Por lo general, muchos historiadores del pasado concentraban sus investigaciones en los grandes eventos. Pero, ¿qué pasaba con los pequeños? ¿Cómo actuaba el pueblo? Y otro asunto, se publicaba mucho sobre la elite social, ya fuera peninsular o criolla, mientras el resto del pueblo era inexistente. En la década del 70 del siglo pasado, muchos historiadores cambiaron esos conceptos y comenzaron a investigar al “vulgo”, a la “plebe”, el día a día de las clases marginadas y trabajadoras. En Puerto Rico lo podemos ver con la obra del puertorriqueño Fernando Picó.

Temas como la muerte, el racismo, religión, y yo me atrevería añadir el nacionalismo, en términos de identificación con la tierra que los vio nacer, comienzan a ser tratados en este libro. Surge, a mi parecer, el concepto de lo puertorriqueño. Por ejemplo, según el autor, para el 1705 surge el uso de la palabra puertorriqueño:

“Y finalmente, el presidio de San Juan debe estar compuesto de cuatrocientos infantes y en la actualidad no llegan a doscientos cincuenta útiles. Bastantes de éstos son puertorriqueños (sic.) bastardos de los gobernadores, de los oficiales reales y del ejército, que les sientan plaza y les dan los mejores cargos sin tener conocimientos en el arte de la guerra, porque tienen buenos intercesores como son sus padres. Mientras tanto los españoles, que dejamos padre y madre y estamos hartos de servir a vuestra cultural majestad en los presidios de Flandes, Orán, y Ceuta nos dejan abandonados a nuestra suerte”

Aquí vemos una guerra de clases. Como el español promedio, en este caso militares, veían al natural y le da un distintivo de “puertorriqueños” para distanciarse socialmente del mismo. También vemos que si existía una elite criolla la cual tenía contactos con el gobierno, de lo cual estos españoles se quejaban. Dato importante es que se fundaron unos 25 pueblos y entre ellos, el primer pueblo del centro de la Isla, Utuado en 1739. Este ayuntamiento pasaría a ser un enlace, no solo económico y unificador, sino cultural con la costa norte y sur.

Nos da varios ejemplos sobre negros que adquirieron riquezas, pero eran rechazados por la elite puertorriqueña. En varios casos nos habla de Miguel Henríquez y nos pone su figura como uno de los paradigmas más fuertes del repudio por color. Nos da otro ejemplo de un mulato adinerado y la queja viene del Gobernador Dufresne:

“…que un vecino de San Juan, nombrado José Concepción de calidad mulato espurio, de oficios bajos (pulpero y regatón {comprador de ganado}) usando ciertos privilegios, que decía tener de la Silla Apostólica para hacer celebrar misa en un oratorio privado con otras exquisitas gracias, fundadas sobre su noble y distinguido nacimiento a que había condescendido, expidiendo sus licencias en los mismos términos este reverendo obispo. Pero como una tan extraña novedad en este corto pueblo causase notables escándalos con agravios de las personas nobles y de carácter, viéndose igualados con el mulato espúreo, José Concepción.” (López Cantos 2001: 115)

Como dice el autor, aunque adinerado este Concepción, su color de piel no le permitía subir de escala social. Para un negro puertorriqueño, no importa la cantidad de dinero que tuviese no podía formar parte de la clase dominante.

Paralelismo entre los autores

Un parecido muy obvio es que ambos autores españoles, aunque de diferentes épocas, tenían mente de colonizador. Auun, existe entre los españoles esa mentalidad y mirada de los que fueron sus colonias en América. Ambos tocan el tema del racismo en sus obras, pero de diferentes puntos, Abbad como testigo de una época, y López Cantos lo ve a través de sus investigaciones. La fidelidad de los naturales hacia la corona es analizada por ambos autores. Esto desde puntos de vista totalmente diferentes. Abbad vivió el momento y fue testigo del criollo de la época y su visión sobre la Corona. Por otro lado, el investigador español puede ver esa fidelidad a través de los documentos, pero estos documentos son los que dejaron el gobierno, no lo que realmente pensaban los naturales. Tenemos que tener en cuenta que a pesar que López Cantos utiliza varios documentos para hacer su análisis, también el propio Abbad es parte de las fuentes primarias para su investigación. Ambos tocan el tema de las costumbres de los naturales. De diferentes puntos de vista. Para Abbad las costumbres son heredadas de los tainos. (Desinterés, indolencia, frugalidad, bebidas fuertes) al igual que las construcciones de las casas (bohíos). También nos hablan de la dieta de los locales. (Avellanas, arencas, harinas, etc) y lo que cultivaban. Para ambos el consumo del alcohol era importante, no importa la clase social.

Podemos observar algunas diferencias entre ambos escritores. Abbad hace un recuento de la historia de Puerto Rico desde su descubrimiento, sus habitantes naturales y hace una descripción geográfica de la Isla. En ese sentido, López Cantos se enfoca específicamente en el Siglo XVIII. Pero es que los objetivos de ambos eran diferentes. El Catedrático de la Universidad de Sevilla trata de descubrir una época casi olvidada, obscura, de la historia puertorriqueña. El fraile hace un resumen de la historia de la isla para dejar saber a la Corona la problemática que poseía la colonia. Podríamos mencionar el contrabando, el abandono de la agricultura, la falta de recursos para el desarrollo económico, esto para dejarle saber a los reyes que realmente habían posibilidades de  un desarrollo social/económico de la colonia.

Otra gran diferencia son las épocas en la cual se publicaron los libros, 1788 y 1972. Son visiones de mundos totalmente diferentes. Ángel López Cantos añade temas como las diversiones y como habían llegado a Puerto Rico y se expandieron en toda la Isla. Aunque Abbad toca los entretenimientos de los “naturales”, el historiador los investiga a fondo. Inclusive publica un libro titulado Fiestas y juegos en Puerto Rico (Siglo XVIII) en el que profundiza el tema. Así nos lo deja saber:

“Una de las ideas básicas con la que se ha contado a la hora de escribir estos apuntes, además de presentar el mundo festivo puertorriqueño, ha sido intentar exponer que lo que estaba sucediendo en Puerto Rico no era algo aislado y exclusivo. La Isla, como un eslabón más del Imperio Español, fue escenario de acontecimientos múltiples y de todo género y que al mismo tiempo se estaban produciendo en toda la América hispánica.” (López Cantos 2008: 15)

Esta descripción nos deja ver claramente que todo lo que ocurría en las demás colonias o en la propia España tenía consecuencias en la vida colonial puertorriqueña. Y en ese sentido es a lo que nos quiere llevar López Cantos, a ver esa visión del puertorriqueño que está perdida en el tiempo.

Para terminar quiero añadir una mención adicional del investigador español, “Las fiestas y los juegos son menos susceptibles a cambios, ya que el hombre permanece más fiel a los pasatiempos que a las ideas, aunque a la larga estas modifiquen aquellos.” (López Cantos 2008: 16) Y que realidad existe en esta apreciación del investigador. Al sol de hoy muchas de las costumbres de los puertorriqueños hechas por ambos autores todavía están vigentes. Por mencionar unas, las peleas de gallos y las carreras de caballos. Ambas son parte de la idiosincrasia de la nación puertorriqueña en el Siglo XXI.

 


 

Bibliografía

 

Abbad y la Sierra, Iñigo. Historia Geográfica, Civil y Natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Estudio Introductorio Gervasio García. Ediciones Doce Calles e Historiador Oficial de Puerto Rico. (2002)

Mendoza Carlos. Documentos con Historia. Puerto Rico Siglos 15-19. Editorial Arco de Plata. Aguadilla, Puerto Rico (2015)

López Cantos, Ángel. Los puertorriqueños: mentalidad y actitudes Siglo XVIII. Ediciones Puerto. San Juan, Puerto Rico (2001)

______________ Fiestas y juegos en Puerto Rico (Siglo XVIII). Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Impreso en Colombia. Segunda Edición (2008)

Woll, Allen L.. Puerto Rican Historiography. Puerto Rican Series. Gordon Press, New York USA (1978)